jueves, 14 de marzo de 2013

Política: qué, cómo y por qué.



Partiendo de la hipótesis que los seres humanos tienen aciertos y errores en todo el transcurso de sus vidas distribuidos aleatoriamente, y dando por sentado que el gobierno está formado por seres humanos, podemos deducir lógicamente que cualquier gobierno de turno tomará acciones correctas e incorrectas. Por el momento, dejemos de lado el análisis subjetivo acerca de lo que está bien o está mal.

Desde los primeros años de vida, los niños van al colegio a aprender a vivir en sociedad. Aprenden a comunicarse y a respetar al prójimo. Padres y maestros enseñan hasta el cansancio durante el crecimiento de hijos y estudiantes la importancia del arrepentimiento. Ponen énfasis constantemente en que equivocarse no está mal, pero que una decisión mal tomada debería ayudarnos a elegir mejor el camino en la próxima bifurcación.

Lo alarmante de la clase política moderna es que parecería haber ido a la universidad sin pasar por primer grado. No saber comunicarse y no saber arrepentirse no es una muestra de arrogancia, es un comportamiento infantil. Y este comportamiento infantil creado por una ceguera voluntaria trae como consecuencia una parálisis de acción, ya que quien no sabe arrepentirse, nunca sabrá corregir un error. 

Tal vez el modelo Kirchnerista sea el adecuado. Tal vez no. O probablemente sea el adecuado para algunos y no para otros. Pero lo que seguro no es adecuado es el extremismo que utilizan para comparar y para defender sus acciones. Los que piden libertad no piden anarquía. No todos los que piden dólares los necesitan para ir a comprar ropa al exterior. Los cacerolazos no ocurrieron sólo en Recoleta y no toda la clase media está conformada por Gorilas que obtuvieron dinero robando. 

Quienes conforman este Gobierno tienen patrimonios altamente superiores al 99% restante de la Argentina y aun así están queriendo enseñar que viajar está mal, aunque sea a un congreso. Están queriendo enseñar que la libertad de opinión y acción se castiga con límites en los recursos económicos disponibles y lo que es más terrorífico, están enseñando que ser exitoso está mal.

Este Gobierno, con sus aciertos y desaciertos, puede profundizar el modelo tanto como desee, pero siempre le va a faltar una mitad para completarlo: la mitad de la retroalimentación que no quiere ver.

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